LOS PERROS DE LA SOLEDAD
Es el amanecer,
hace frío
y me dispongo
a tomar un café.
El desayuno
a veces es un ritual
hueco
silencioso,
como si me visitara
un antiguo tiempo.
Y si!,
allí estaba él otra vez
el tiempo,
pero esta vez
no estaba solo
había traído
los perros de la soledad
consigo.
Calladamente y observando,
me di cuenta
que la cuchara
con la cual
untaba
con mantequilla
mi tostada,se había quedado
pegada,
detenida en ese
mismísimo momento,
y sin quererlo
se detuvo el tiempo.
Pude percibir
como las manecillas
del reloj
ya no marcaban
el tic tac
de la vida.
Y llegaron ellos
los perros de la soledad,
las paredes
lloraron lágrimas negras,
y el viento arreció,
penetrando
en mi estancia
enfurecido.
Por un momento
sorprendió
a los perros
pero solo un momento
porque luego
ellos invadieron
mis costados,
llorando,
aullando,
eran muchos,
eran siniestros,
siniestros por cargar
tantas soledades
hambrientas
de amor,
hambrientas
de vida,
hambrientas
de afecto.
¡Cuantos años
cuanta vida
y yo sin conocerlos!
Como es que ellos
sobrevivieron
en mi sombra
en ese lamentable
estado,
tan flacos
y escuálidos,
tan opacos
y sin vida.
Y ahora que haría
con el tiempo detenido
y mi casa tan llena de perros,
de perros perdidos.
Intenté sacarlos
de mi vista,
pero una enorme pena
invadió mi alma.
Es como si ellos
se llevaran
una parte dormida
de mi vida.
Y los dejé entonces,
que en mi casa pulularan,
así,
lamiéndose las heridas,
mientras sus penas
anidaban en mi pelo,
porque comprendí
que la soledad
de los perros
eran las mías,
mis propias
soledades,
que me observaban
desde la humedad
de las paredes,
que me observaban
desde un tiempo
sin tiempo,
pidiendo ser liberadas.
Pero solo el tiempo
tuvo ese poder,
solo el tiempo
pudo liberar
los perros de la soledad,
y de a poco
les voy dando de comer,
pequeños trozos de amor
y de cariño.
Poco a poco
voy aprendiendo
a alimentar
los perros
de mi soledad
con pequeñas muestras
de afecto,
les he enseñado
a no esperar
una mano externa
que les de alimento,
sino buscar
en su interior
para nutrirse,
de esas claridades
que apenas pueden
iluminar el alma,
de esas claridades
que enseñan el camino
fuera del laberinto,
fuera de la obscuridad.
Hay quién habla
de mi locura
por alimentar
los perros de la soledad
que casi se habían
vuelto rabiosos,
y me habrían
mordido.
Pero ellos,
los que hablan
no saben
que al fin y al cabo
los perros de la soledad
son parte de mi mundo
escabroso
e incomprendido.
Ahora comprendo
porque siempre sentí
que un collar rodeaba
mi cuello.
Eran los perros que yacían
en mi,
sujetos a sus gruesos collares,
muriendo de hambre
por la falta de amor,
muriendo sin luz,
en eternas soledades.Berkanaluz
D.R.
www.alasrotaspoesia.blogspot.com
La imagen fue tomada de internet
y es parte del trabajo artístico de Stefen Gesell
https://www.facebook.com/fotosym/
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