Yo contemplaba,
la magnitud de tu presencia,
entre cumbres inalcanzables,
cuyas alturas
confundían las esperanzas
de poder tenerte.
Te descolgabas
de las profundas noches
escondido dentro de mis
pensamientos pretéritos,
fecundos de lunas llenas,
como si ellas pudieran
en algún instante parirte,
y vomitar el dolor
de tu eterna ausencia.
El tiempo
exiguo de poder tenerte,
languidecía,
y yo sin querer saberlo,
los segundos aproximáronse,
como abominables momentos
impiadosos,
y sin compasión.
Poco a poco
hízose la luz del amanecer,
dejándome sin ese instante
tan profundamente negro,
tan profundamente obscuro,
tan temible,
y tan lleno de soledades,
dejándome
sin ese instante último,
el de mi esperanza
de tenerte,
que ha de ser
tan desgarradoramente aciago,
pero para mi tan amado,
Amaneció
perdiéndose tu imagen recostada
en lo profundo del universo,
como un espejo,
como un rostro,
como el centro de un giro,
místico y mágico incomprensible,
que subyugaba mis instantes.
Amaneció
y comprendí,
que no cantaría jamás
aquella canción,
que devolvería
mis perdidas esperanzas,
amaneció y comprendí,
que aunque fuera el día ocho,
representando el infinito,
el tiempo se llevaría
las últimas lágrimas
de las nueve lunas,
sin haber podido parir,
sin haber podido parirte,
en una última y piadosa señal,
indicando que antes de llegar
el temido tiempo final,
algún día volvería a verte.
Berkanaluz
www.alasrotaspoesia.blogspot.com
La imagen fue tomada de internet
la magnitud de tu presencia,
entre cumbres inalcanzables,
cuyas alturas
confundían las esperanzas
de poder tenerte.
Te descolgabas
de las profundas noches
escondido dentro de mis
pensamientos pretéritos,
fecundos de lunas llenas,
como si ellas pudieran
en algún instante parirte,
y vomitar el dolor
de tu eterna ausencia.
El tiempo
exiguo de poder tenerte,
languidecía,
y yo sin querer saberlo,
los segundos aproximáronse,
como abominables momentos
impiadosos,
y sin compasión.
Poco a poco
hízose la luz del amanecer,
dejándome sin ese instante
tan profundamente negro,
tan profundamente obscuro,
tan temible,
y tan lleno de soledades,
dejándome
sin ese instante último,
el de mi esperanza
de tenerte,
que ha de ser
tan desgarradoramente aciago,
pero para mi tan amado,
Amaneció
perdiéndose tu imagen recostada
en lo profundo del universo,
como un espejo,
como un rostro,
como el centro de un giro,
místico y mágico incomprensible,
que subyugaba mis instantes.
Amaneció
y comprendí,
que no cantaría jamás
aquella canción,
que devolvería
mis perdidas esperanzas,
amaneció y comprendí,
que aunque fuera el día ocho,
representando el infinito,
el tiempo se llevaría
las últimas lágrimas
de las nueve lunas,
sin haber podido parir,
sin haber podido parirte,
en una última y piadosa señal,
indicando que antes de llegar
el temido tiempo final,
algún día volvería a verte.
Berkanaluz
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